miércoles, 26 de octubre de 2011

Frase random~

La felicidad no es un destino. Es un trayecto! :D

lunes, 24 de octubre de 2011

Cuento

Hace siglos que no pasaba por aquí...
Resulta que no tengo nada que decir.
Ahora pondré aquí un cuento que en realidad no escribí yo, sino mi hermana Lily. She's awesome :D
A mí me gustó bastante, aunque le tuvo que quitar cosas, porque lo escribió para un concurso cuyo límite era de 2000 palabras.
Como sea, aquí está:

Lo que escribí mientras pasaba por el desierto

— ¿No me va a dejar pasar?

— ¿Sabe como están las cosas pasando la frontera? -le espetó el agente

—Claro que sé, yo soy mexicano -el agente dudó— nomás que no me dejé el bigote, ahora apártese de ahí, porque le paso con la troca

—Digo ¿qué no le da miedo?

— ¿Miedo, del lugar donde nací? Allá está mi familia, mi tierra -le dirigió una sonrisa al jovencito que estaba sentado en el copiloto. Aldo venía de california con su hijo y pasaban la frontera.

Tenía tiempo que horribles sombras aparecían en los alrededores de Ixtepec, pueblo viejo con no más de dos mil habitantes, extendido en enormes casonas antiguas. Un kiosco y una fuente hacían alabanza espectacular al desierto que lo rodeaba. Debías fijarte muy bien antes de salir de carreta, el camino de tierra que frecuentemente se borraba, los cactus, matorrales y nopales después de tres horas daban paso a las calles de piedra, elegante lugar con gente rica, refugio de narcotraficantes y ladrones quienes aportaban dinero y recursos, así que nadie iba a Ixtepec, al menos que fuera indispensable.

Mucho se contaba de fantasmas, desapariciones que sucedían en los alrededores "tierra de brujas" pero donde se daban mujeres hermosas. Precisamente la belleza provocativa de las pasionales y a la vez terribles y glaciales como las estatuas era la nota para decir que ese lugar estaba maldito.

La tarde de día de brujas daba lugar a niños disfrazados corriendo felices seguían una tradición que no era suya. Después tenían que cumplir con el día de muertos celebración importante y fundamental, especialmente para la familia Hernández, quienes eran muy unidos. Los abuelos Inés y Francisco inspiraban un gran respeto para toda la familia H.

—Paco, mira quién llego, ¡es Aldo! - exclamó Inés, una elegante señora

—Hola amá ¿Cómo está?— la abrazó quitándose el sombrero

— Bien hijo, ¿donde está Jesusito?

— Allá, anda parqueando la troca, hola apá, ¿y la Cheyenne? -le preguntó a Paco, entregándole una bolsa con ropa y regalos

— Ay hijo, nos la balacearon, la semana pasada, hubo un enfrentamiento y pues hasta ahí llegó

— ¡Qué caray! Antes no le pasó nada a usted

— ¿y la mamá de este niño? - preguntó Inés cuando vio venir a Jesús, su nieto, un jovencito de doce años — Otro año que no viene

—No, pues que ella no cree en el día de muertos ¿Qué le vamos a hacer? Me traje al chamaco, a él si le gusta venir

Después de otros tantos saludos, entraron a la casa.

Rosario tocó esa misma puerta al filo de la medianoche. La familia estaba reunida en la hacienda, los niños, disfrazados y arrebujados, pedían dulces o hacían travesuras, graciosos, pequeños monstruos entre casas enormes

Abrió su prima Carmen

— ¡Pásate! Solo te esperábamos ti - le ayudó con las maletas, apareció un niño de 9 años muy emocionado junto a su mamá

— ¡a que no crees! Mataron a una bruja, Don Toño la tiene en su casa, dice que la encontró en el monte, está horrible -el semblante tranquilo de su prima desapareció y Rosario sintió un escalofrió

— ¡Cuántas veces te he dicho, que no seas grosero, si tu hermana y yo, somos brujas! — lo regañó su madre -ahora saluda a tu tía, acaba de llegar

— ¡Hola! - Le extendió la mano, sosteniendo su varita mágica-tu trabajas en aviones, ¡debe de ser genial viajar por el mundo!

— Así es -el niño la miraba, esperando, Rosario se extrañó y luego comprendió -¡ah, es cierto! —sacó también su varita e hizo aparecer una bandeja llena de dulces

— ¡Por eso eres mi tía favorita! — el niño salió corriendo

—Se supone que este año le diremos a la familia que somos brujas -guardó su varita en la bolsa — ¿Cómo lo tomara la abuela? Ella es muy tradicional

—Este brindis quiero que sea por Rosario, mi nieta, que en diciembre se casa -toda la familia aplaudió, compartiendo la cena, sentados en la sala, en el comedor, en los pasillos, los niños jugando en el patio

- Niños, viene las historias de miedo -los pequeños se reunieron en la sala, alrededor del abuelo Francisco, junto al viejo radio y la máquina de escribir, en un ambiente favorable para escuchar relatos que erizaban la piel — ¿Saben quien fue la mulata de Córdoba? Era… ¡una bruja que tenía pacto con diablo!

"Se decían tantas cosas de ella. Concedía favores a la gente ¡tenía el don de aparecerse y estar en dos lugares a la vez!" -Chavita, se miró el bolsillo del pantalón preocupado, él con su varita mágica, él sabía que no todos en la familia tenían poderes, aunque no se avergonzaba de ello, sabía que la gente del pueblo temía a las brujas que tenían tratos con el diablo.

Rosario subió a dormir. Miró por el balcón varias sombras que subían por las paredes de las casas, a pesar de que estaba acostumbrada a ver cosas extrañas, esto le helaba la sangre. Los niños se habían ido a sus casas luego de la recompensa de dulces, algunos animales mágicos del desierto, se acercaba a la fuente a tomar agua.

Corrió las cortinas de la ventana quedando a obscuras, tomó su celular y marco a Miguel, su prometido

— Bueno— contestó un muchacho con voz cansada y acento regional

— Hola Migue, llegué hoy, estoy en casa de mis abuelos, necesito verte

— Llegaste antes de lo que me dijiste -sonó enojado y a la vez preocupado - no puedo ir hasta el otro lado del pueblo

— ¿Estabas dormido? Seguro la pasaste tras el ganado todo el día, debes estar cansado, ¿vendrás el día de muertos?

— Tratare de ir, adiós

De acuerdo, adiós -respondió triste

Temprano fueron al panteón. Pensaba que Miguel tal vez estaría ahí, arreglando la tumba de su padre, podía recordar la sonrisa franca del muchacho, siempre traía sombrero y guantes de trabajo con pantalones cortos y botas, solía caminar con la cabeza agachada dejando que el viento moviera sus cabellos…

— Mira a esta, enamorada -le sonreía su prima Carmen, estaba entregándole flores de muerto — Lo siento, las que se van a casar no pueden colocar las flores, es de mala suerte

A la hora de comer, en su casa, llegó Clemencia muy angustiada junto a su hija

— Miguel está desaparecido, nadie lo ha visto en los alrededores

— ¿Ya hablaron con su mamá? Tal vez se alejó con el ganado, al monte

Su madre negó con la cabeza.

— Tía Rosario, en la noche de día de muertos, nos quedaremos toda la noche en el panteón, cantando y tocando la guitarra ¿verdad?

— ¡Claro que sí! Colocaremos el pan en el altar, fruta para la ofrenda, el maíz es la cosecha ofrecida, la ropa del difunto junto a su foto.

— Dos de noviembre, frente a las tumba. Miguel no ha aparecido, dejó su celular, solo espero que esté bien, él sabe lo que hace.

— ¡Tengo un anuncio que hacer a todos! -exclamó de repente su madre

— Clemencia, puede esperar, los niños están con su abuelo, haciendo versos para la muerte

— No puede esperar. Somos brujas -todos la miraron confundidos

— Qué tontería -exclamo la abuela Inés

— Es verdad -contestó Rosario sacando su varita mágica, las demás la imitaron.

— ¡Yo ya lo sabía! -Dijo el abuelo contento -algunos ya lo sabíamos ¿verdad Rogelio, Jesús?, ¡es normal, está en su sangre!

— ¡No, las brujas son criaturas entregadas a Satanás! -argumentó la abuela a la defensiva

— ¡Por favor abuela! -Dijo Jesús -debemos de aceptarlas, son de la familia

Rosario le dio la mano a Chavita, se alejaron, adentrándose más en el cementerio, la abuela estaba alterada.

— Este silencio apremiante que me oprime, sombras que me engañan, ¿qué es eso? ¿Música? pero, ¿de dónde proviene?

— No tengas miedo tía, yo te cuido -le dijo el niño, apretándole la mano

"Toma el martillo mi vida y ábreme el corazón, Rosario
Quiero olvidar que te fuiste y que olvidaste mi amor
Toma el cuchillo no te arrepientas que en suspiro, yo moriré por ti"

— Hola, Rosario— una mujer ataviada con un vestido largo y rebozo los sorprendió saliendo de entre dos árboles, se tapaba la cara con un abanico

— ¿Quién eres? - apretó la mano de Chavita, para que no se asustara, pero el niño ya había sacado su varita, era valiente

— Soy la luz en la obscuridad, guío a las almas al descanso y también, salgo a bailar en las noches— se dejó descubrir la cara huesuda, aunque hermosa.

— ¿Vienes por nosotros? -preguntó Chavita asustado

—No. Saben, me gusta pasar por estas tierras, jóvenes y valientes mexicanos, aprovechados, montoneros y agachones, por naturaleza mentirosos y vividores.

"traigo esta espina en mi alma, catrina
Clavada traigo la espina, querida
Desde que te fuiste de mí,
Yo no sé llorarte, no sé cantarte, no se quererte, maldita
Solo se adorarte no supe amarte, y estoy perdido, arrepentido por tu querer"

Un muchacho seguía a la muerte, cantando distraído

— ¡Miguel! -Rosario se acerco a su novio y lo abrazó, pero este no dejaba de cantar

— No puede hablarte, lo puse a componer versos, venimos de muy lejos, y el camino era aburrido

— ¡Déjalo ir! -le gritó la muchacha

— Me temo que no puedo, a él ya le llegó su hora, lo encontré agonizando, allá, en medio del desierto, ya no puede volver. Mejor que te lo explique él, siempre es bueno decir adiós -tronó los dedos haciendo que el muchacho dejara de cantar

Miguel la abrazó y la besó desesperado

— ¿Por qué te fuiste? Tu madre me dijo que encontraron droga en tu casa

— No es mía, te lo juro, me obligaron, querían que yo la guardara, me amenazaron, me llevaron en una camioneta, me golpearon y me abandonaron en el desierto, intenté volver pero no conocí el camino, y ahora vengo cantando, arrepentido, porque dejé que la muerte me llevara para evitar el dolor, sin haber luchado por volver.

— Que conmovedor— intervino la otra— aún hay tiempo y ya que es un día especial, tenemos hasta las doce -la miraron desconfiados y ella sonrió — Quiero al niño -dijo seria— a cambio de tu noviecito

— No puede haber trato, es sólo un niño — le dijo Miguel

— Tal vez si — replico Rosario

— ¡Pero corazón! Tu sobrino tiene la vida por delante

— Yo quiero ir con mi papá -intervino el niño -llévame con él

-Decidan rápido, que el deber llama y día de muertos está por terminar

El niño tomó la mano flaca y blanca de la catrina y con la otra les dijo adiós sin hablar. Miguel fue liberado

— ¿Cómo te llamas, pequeño? — preguntó la muerte

— Salvador, pero me dicen Chava -pronto no quedó rastro del la mujer ni el niño, y los novios volvieron hasta donde estaba la familia

— ¿Qué ha pasado?

— Se llevaron a Clemencia al hospital, la abuela se alteró, con la pistola de Aldo, dio tiros al aire, le disparó a tu mamá, luego se fue corriendo gritando como loca, ya fueron a buscarla

— ¡Las brujas! Es culpa de las brujas -ya la traían sus hijos

— Nosotras somos brujas, no somos malas -trató de calmarla Lucía

— Ustedes no, ¡las brujas del monte!, ¡las que rezan a Satanás! Están aquí

— ¡No encuentro a Chavita!-anunció Carmen

— ¡Las brujas se lo llevaron! — Gritó Inés— Yo las vi, venían con la muerte

Fernando traía al niño, ya muerto

— Fue una bala perdida

¡¡Mi hijo!! -

Francisco miró a su esposa, Inés rehuyó la mirada volviendo a gritar

— ¡Yo no fui! ¡¡Fueron las brujas!! ¿Por qué nadie me cree?

Calma -le dijo a su prima— al menos Chavita está en un lugar mejor, con su papá

— No, su papá nunca murió, es lo que yo le decía para que dejara de preguntar por él, en realidad nos abandonó.

Rosario se levantó y se fue llorando, tal vez podría alcanzarla, regresar el alma de Chavita y enmendar su error.

Pero la muerte ya no quiso hacer ningún trato

— Las brujas del monte me han quitado al niño, tal vez en este momento se estén divirtiendo con él, ofreciendo su alma al demonio, tu sabes de eso más que yo. También eres bruja.

miércoles, 6 de abril de 2011

La vió y la amó. Quizo ser como ella. Y pasó noches enteras lamentando su irremediable condición. Soñó, anheló, y sufrió.
Contemplaba sus hermosas alas y su belleza, tal sobrevalorada por su inquietante soledad.
Pero cuando al fin su sueño se hubo cumplido y se siendo una brillante mariposa, volando junto a ella, ya nada importó.

Nota para mí misma: dejar de escribir tonterías cuando no pueda dormir

._.

Son las dos de la mañana y no puedo dormir.

viernes, 4 de marzo de 2011

Un amor eterno

Ayer estaba yo heciendo mis cinco toneladas de tarea felizmente (ok, felizmente no, pero la estaba haciendo) y se me ocurrió una idea genial -según yo- y, a pesar de que tenía nucho que hacer, la escribí y aquí está ¡ta-da!
Aunque no es tan genial como cuando estaba en mi mente.

Un amor eterno

Sé que la estás viendo.

Ella es linda ¿no? Ahí sentada, con sus suaves manos que se cierran delicadas sobre un libro, dándole un aire intelectual. Su figura de princesa de cuento de hadas, su aspecto despreocupado. Sí, yo sé que la estás viendo.

Te preguntas ¿qué pasaría si le fueras a hablar? Y tu mente idea rápidamente mil escenarios. Yo sé que son tontos, pero tranquilo, te conozco tan bien y desde hace tanto que me es imposible burlarme. Admito que esa fantasía tuya en que terminan casados, con una casita de dos pisos, tres niños y un perro es en realidad bastante estrambótica. Y la idea que ella simplemente se reirá tanto que el mundo explotará me parece demasiado ridícula, incluso para ti ¿con que alcanzando nuevos niveles de irracionalidad, eh?

Sí en verdad me escucharas a mí, te diría que fueras a hablar con ella. La sigues contemplando tan fijamente que me empiezas a dar miedo ¿y si ella te ve y piensa que eres un acosador pervertido?

Miras la mochila que ella lleva consigo, está entreabierta. Dentro lleva otros libros, Ende, Rowling, Verne y Neruda están allí, junto con algunos títulos sobre física y algunos otros de álgebra. Una chica guapa e inteligente, qué maravilla. Noto que tratas de leer el título del libro que ella lleva consigo. “Estudio en Escarlata”. Vaya, le gusta Sherlock Holmes ¿qué más quieres? Sabes que ella sola no se va a acercar a ti, no parece ese tipo de chica. Y sabes también que ella es como una en un millón ¿alguna vez verás alguien más perfecta para ti?

¿Por qué tienes ese tono carmín en la cara mientras la miras? Sus ojos chocolate se cruzan un instante con los tuyos. Es una lástima que tan preciosos orbes estén tras unas paredes de cristal tan molestas como lo son las gafas, pero tú solo crees que eso la hace lucir más linda. Tu cara toma parecido con un semáforo brillante, pero ella te prestó tan poca atención que dudo que lo haya notado.

Tenías algo importante que hacer ¿no recuerdas? Esa entrevista de trabajo que estuviste pidiendo tan desesperadamente. Hace media hora que debiste haber tomado el autobús para haber llegado cómodamente, tendrías que estar abordando justo ahora para llegar justo a tiempo. Pero estás ahí viéndola. ¿Por qué siempre es a mí a quien no escuchas?

Pides un café para tener una excusa válida de por qué llevas tanto rato dentado en el mismo sitio, y lamento decirte que en este momento luces como todo un acosador ¡si hasta la amable mesera te ha visto raro!

Felicidades, ya pasó tu hora la hora de la entrevista, pero sigue sin importarte ¿eh?

Sigo insistiendo, susurrándote al oído que tendrías que haber ido. O por lo menos, ya que te quedaste por ella, ir a hablarle, invitarle un café, un refresco o comentarle sobre el libro que trae en las manos. Pero sigues sin hacerme caso.

Ciertamente su cabello es muy lindo, largo, negro y brillante. Su piel luce suave desde aquí, te reto a que lo compruebes personalmente ¿no? Qué lástima, habría sido algo interesante.

Te repito una vez más que nada malo vendrá si te levantas a hablarle, pero de nuevo me ignoras. Oye, yo soy parte de ti ¡soy tu lado racional!

He oído que la mayoría de las veces que la razón le gana al corazón, pero contigo yo siempre pierdo, ¿por qué ese otro lado tuyo es tan terco diciéndote que nada saldrá bien?

Al fin me has escuchado y te levantas para llegar a ella. Sí, justo en el momento en que ella decidió salir de la cafetería. Ahora Corazón te dice que salgas corriendo tras ella y le digas ¿Cómo te llamas?, pero yo, Razón, me vengo de ti susurrándote que si sales ahora te meterías en problemas por irte sin pagar.

Por segunda ocasión hoy, me obedeces no sin cierto pesar. Y yo, tan amable como soy, simplemente te recuerdo esa frase que está por aquí, guardada en un rincón de tu mente, y dice: Todo amor tiene vocación de eterno, sobretodo el no correspondido, pues algo que nunca empezó no podrá terminar jamás. Oye, no tuviste a la chica perfecta, pero has conseguido amor eterno.


lunes, 28 de febrero de 2011

Dulce

Hace tiempo que no escribía aquí. Mmm hoy dejo aquí un cuento que escribí para un concurso que no creo ganar, pero me encantó cómo me quedó. ¿Me dejarían sus opiniones? ^^


Dulce

Con una carta simple y las manos temblorosas, Paola esperaba atrás de la escuela. Una simple hoja blanca doblada dentro de ese sobre escarlata. Era sorprendente cómo un simple papel como ese le parecía más importante que su vida, aunque por otro lado era obvio. Había puesto su alma en él y por tanto se le aferraba como si sostuviera todo lo que era él.

Miraba nerviosa a un lado y a otro, aguardando su llegada. El príncipe azul de sus sueños rosas. Los minutos pasaban al compás del tic-tac en su muñeca.

Lo vio llegar al fin. Manos en los bolsillos y mirada desinteresada, arrastrando los pasos. Caminaba sin prisa, sin emoción ni expresión alguna en su rostro, sin ganas. Pero a ella no podría parecerle más perfecto.

Detuvo sus pasos a medio metro de la chica, quien contenía la respiración. Sus miradas se encontraron en la fracción de segundo que hubo antes de que ella bajara su miraba tímidamente, al tiempo que sus mejillas se tornaban carmesís.

—S… Sebastian— su nombre se le escapó en un suspiro. La voz le empezaba a fallar.

—Sí, ¿qué quieres?— la voz de él era cortante

—Esto… yo… eh… uh…— las palabras simplemente no podían tomar orden en su cabeza

— ¿Qué intentas decir?

—Esto… — “ahora o nunca” — ¡Me gustas, Sebastian! ¡Te quiero! ¡Acepta esto, por favor!— exclamó Paola rápidamente. Avanzó un par de pasos hacia él, quien la miró expectante. Ella inclinó la cabeza y le ofreció ese sobre que en ese momento tenía la tonalidad de sus mejillas.

Si la vergüenza se midiera en decibeles, estaba segura que ya lo habría dejado sordo.

—No

— ¿Qué?

—No la quiero, gracias. Me voy.

—Pero, pero ¡te he dicho algo!, ¿qué me respondes tú a eso?

El simplemente se dio media vuelta y se marchó con el mismo andar despreocupado con que había llegado.

Se alejó sin darle ni un sí ni un no. Estaba impactada. Al parecer no era lo suficientemente importante para él como para recibir una respuesta. ¿Por qué? ¿Tal vez no era suficientemente linda? Admitía que no tenía cuerpo de súper modelo, y que su pelo oscuro solía estar algo enmarañado. Pero tenía unos ojos preciosos, al menos eso le habían dicho, y su sonrisa era más brillante que cualquier astro que pudieras encontrar en la profundidad del cielo. Al parecer, no era suficiente.

Se dejó caer al suelo, mientras sentía cómo en sus mejillas empezaban a formarse húmedos senderos que concluían en una lágrima.

En algún otro punto de la escuela, Mariana estaba sentada, comiendo felizmente una piruleta, que le había pintado sus labios. Su cabello castaño y suelto le caía por su frente, ella lo apartaba, y luego volvía a caer. Se dijo que debió haber considerado amarrárselo en una coleta en un día tan ventoso.

Jugueteaba con su celular, cuando vio un nuevo mensaje. Se disponía a leerlo, cuando le pareció notar a alguien de pie frente a ella. Levantó la vista y se encontró con la mirada penetrante de Sebastian Blackwood. Su cabello terriblemente lacio estaba siendo agitado por el viento, y cuando le sonrió pudo ver el destello de unos frenillos que acompañaban a sus dientes como perlas. Él era una fusión de todo lo que la gente consideraría perfecto, desde aspecto hasta su atletismo, pasando por sus excelentes calificaciones. El guapo estudiante de intercambio, tan insoportablemente perfecto que daban ganas de partirle la cara.

—Hola. — su voz tenía un tono que ella nunca le había oído.

—Hola. — respondió ella.

Sin más, se sentó junto a la chica y sacó de su bolsillo una barra de chocolate.

— ¿Gustas?

—No, gracias— la chica estaba cada vez más incómoda. Su presencia claramente la incomodaba.

Un silencio perturbador, roto ocasionalmente por los dientes del chico destrozando chocolate, se hizo presente entre ellos.

—Iré al grano. Mariana, me gustas. — tal vez esa no era la mejor forma de romper el silencio…

— ¿Eh?

—Sí. De hecho, te hice un poema— dijo, y rostro adoptó la tonalidad de un tomate. Sin mirarla, le pasó una hoja que sacó del mismo lugar del que había venido el chocolate.

— ¿Eh?— no estaba segura de lo que estaba oyendo

—Bien, parece que no entiendes— dijo con tono arrogante, ese que siempre usaba en exámenes, clases, preguntas y demás. Aún así, si sus mejillas antes semejaban a los tomates, ahora podrían competir con un semáforo. Uno muy brillante. — Tendré que explicarlo más simple.

Lo siguiente de lo que Mariana estuvo consiente fue de sus labios con los de él. Chocolate y piruleta. Un beso duce e inesperado, un cliché.

Se separaron y la miró. Ella lo miró también. ¿Fueron segundos, minutos o cientos de años los que estuvieron así? No sabían y, francamente, no tenían el más mínimo interés en ello.

— ¿Y?— interrogó él.

– ¿Qué?

—Vaya que eres lenta. —una sonrisa irónica se dibujó en su cara— ¿quieres ser mi novia?

Mariana no podía creer que Sebastian le decía eso ¿qué tenía ella de especial? Ciertamente lo adoraba por haberse fijado así en ella.

—Sí— fue todo lo que respondió. Sonrió y cerró los ojos. Era feliz.

Sebastian esbozó una sonrisilla de triunfo. También era feliz.

Tanto como descorazonada estaba Paola en esos momentos, de pie a unos metros de ellos, con el viento secando la humedad en sus ojos.

Pocos segundos atrás, Paola aún había estado aún llorando tras la escuela. Luego se levantó y se secó los ojos. Había decidido que eso no volvería a pasar y que ella no volvería a querer a nadie.

Tomó su celular. En él, su imagen de fondo, una foto de Sebastian tomada furtivamente, le dolió profundamente. Empezó a escribir un mensaje “Todo salió mal, soy insignificante para él” y lo envió a su mejor amiga de toda la vida: Mariana. Pero pasaron minutos y no respondió. —Tal vez no tiene saldo. Tal vez no trajo su celular—pensó la chica y decidió que mandar mensajes era una tontería estando ambas en la misma escuela. Entonces fue a buscarla.

Y la encontró. Con Sebastian. Besándose con Sebastian. Besándose con el chico que ella quería.

— ¡Pao!— exclamó Mariana en cuanto la vio. — ¿Cómo te fue?— ante la mirada interrogante de su amiga respondió: — Ehm ¡adivina qué! ¡Sebastian me acaba de pedir que sea su novia!

Genial. Lo púnico que faltaba para coronar su día de desgracias. Pero entonces recordó algo básico, que la gente vive solo de fachadas. Así que construyó para sí una muy alegre. se tragó su amargura y dijo:

— ¿En serio? ¡Es perfecto! ¡Me alegro tanto por ti!— y luego empezó a reír. Su amiga se unió a sus risas. Sebastian le dirigió a Paola una mirada de burla, que fue inmediatamente captada por ella, y enseguida las imitó.

No pasó mucho para que toda la escuela se enterara del hecho. Las noticias vuelan, más en un pueblo pequeño como lo era aquél en que estaba su escuela. Pareciera que no tenían nada mejor qué hacer que cotillear en la vida del prójimo.

Era el festival escolar, Su clase vendería todo tipo de comida, preparada por ellos, por supuesto.

— ¿Pao? ¿Me puedes pasar la sal? — la chillona voz de la bajita Diana resonaba por todo el salón de clases, en que habían improvisado algo así como una cocina.

— ¡Claro!— contestó pasándole el recipiente que esta había pedido.

— Gracias— tomó un cucharón en las manos y con él amenazó a un par de chicos que se escabullían del salón— ¡Hey, tú! ¡Andrés, ni te creas que te vas a escapar por ahí con Maricarmen! ¡Y ya puedes ir dejando esos cerillos en su sitio, Osvaldo! ¡Roberto, deja de perder el tiempo y ven a ayudar!— Andrea guardó silencio y suspiró. Siguió con su tarea de estar organizando todo, al tiempo que decía a Paola: — Siento tener que hacer que tú hagas todo el trabajo, Pao, pero es que ninguno de estos inútiles coopera.

—No hay problema, Sabes que me encanta ayudar, Si quieres, yo te ayudaré el resto del día.

— ¿En serio harías eso por mi? Eso sería genial, contigo, Mariana y Sebastian ayudándome, creo que será fácil.

Paola paró en seco.

— ¿Sebastian y Mariana?

—Sí, se ofrecieron a ayudarme muy amablemente — la chica suspiró y dejó al lado por un momento los utensilios de cocina que llevaba consigo— ¿a que esos dos haces una pareja adorable?, ¿no te parece?

— ¿Sebastian y Mariana? Sí, supongo — Paola estaba algo incómoda con esa conversación — los dos son muy guapos.

— Claro — hace una mueca— le tengo una envidia tremenda a Mariana, pero no puedo pensar en nadie mejor parta él ¿no es Mariana tu mejor amiga?

—Sí, lo es— “lo era” — ¿por qué?

— ¿No te cuenta ella cosas de él? — la chica se inclinó hacia ella, claramente interesada en conocer la respuesta.

Paola retrocedió un par de pasos, intimidada y claramente incómoda con el acoso de la otra — ¿Cómo qué?

Se le acercó aún más — Ah, no lo sé, tal vez ¿cómo es él cuando está con ella? ¿Es lindo? ¿Es amable? ¿Cómo besa? ¿Son sus labios tan dulces como se ven? ¿O tal vez…?

— ¡BASTA!— suspiró, intentó mantener el control — no me ha dicho nada de eso— declaro, y luego trató de arreglar su reacción con una sonrisa. La otra estaba muy sorprendida por cómo había reaccionado, pero repuso rápidamente:

—Ah, qué lástima— un gesto de decepción llenó su rostro tan rápido como este fue remplazado por una sonrisa amable— Entonces cuento contigo para que me ayudes ¿está bien?

—Eh, sí.

— ¡Muchísimas gracias!— tomó de nuevo las cosas que antes había dejado— ¡Asegúrate de preguntarle eso a Mariana! —Gritó antes de dirigirse a sus compañeros otra vez — ¡Oigan, Daniela y Ale, dejen de estar platicando! ¡Roberto! ¡Ya te dije que te pusieras a trabajar! ¡Y Sergio…!— sus regaños se perdían entra risas, pláticas y el chocar de las ollas conforme ella se alejaba.

Paola suspiró, Era doloroso que todos hablaran del mismo tema, Sebastian y Mariana. Suspiró y pensó que solo le quedaba resignarse ¿no? Tomó la Jamaica para terminar de hacer el agua fresca y se puso a trabajar.

Por la noche, con la escuela repleta de muchachos, niños, padres y algunos abuelos, Pao seguía ayudando. Fue al salón por otra jarra de agua, se sirvió un vaso y la probó. Le faltaba algo de azúcar. Salía ya para llevar el agua cuando tropezó repentinamente, la jarra se rompió y todo el líquido se esparció en torno a ella.

— ¡Auch!— abrió los ojos. Estaba en el suelo rodeada de ese líquido rojo. Se le ocurrió probar un poco con su dedo, ahora que probaba de nuevo le sabía muy bien. La cabeza le dolía y tenía algo de sangre en las manos. Se levantó con dificultad y miró a su alrededor: era un desastre rojo y dulce.

— ¿Estás bien, Paola?— reconocería esa voz susurrante en cualquier sitio: era Sebastian. Volteó a verlo y, cómo no, venían de la mano con su mejor amiga.

—Sí, eso creo— la voz empezaba a fallarle, como cada vez que hablaba con él.

— ¿Te duele?— la preocupación en la voz de su amiga era evidente.

—Solo un poquito.

— Menos mal. Mira allá hay un botiquín, sacaré alguna vendas para ti. — habló ahora Sebastian. Su novia no hizo más que decir con voz melosa — ¡Qué amable eres, cariño!— y entonces él se volvió hacia ella para darle un suave beso en los labios.

La otra chica suspiró mirándolos. Sentía una envidia y unos celos que daban miedo. Un momento, ¿estaba Sebastian mirándola? ¿Era burla lo que había en sus ojos?

Sí, sí que lo era. Retrocedió un poco y topó con una mesa ¿qué había ahí? Cucharones, ollas, algunas verduras y un gran cuchillo de carnicero. Lo acarició suavemente por el mango, ¿no sería genial perforar todos sus problemas con el filo del metal? Darle cobijo al utensilio para que durmiera en su pecho, en su corazón, cerquita de donde estaban sus sentimientos.

Sonrió. No era su sonrisa usual, sino una afectada que, francamente, daba miedo. Dolía ver a su amiga así, ¿dolería igual o más abrir su corazón con para que saliera cuanto había dentro?

Sonrió un poco más. Tal vez había una manera diferente de acabar con eso.

Avanzó un paso hacia ellos. Sí, tal vez había una forma diferente de terminar con todo.

— ¿Pao, estás bien? Te noto rara

—Oh, estoy perfectamente Mari. — el instrumento que había tomado estaba oculto tras su espalda. Miró por la ventana, fuera solo había luz de luna y la distante imagen del festival en pleno apogeo. Se dijo que estaba suficientemente distante para poder hacer… la locura que acababa de planear hacer. — Perfectamente— repitió. Se puso frente a la puerta. —Ah, querida Mari ¿no leíste aquél mensaje que te envié el día en que tú y este cretino empezaron a andar?— la chica hizo un ademán de contestar, pero fue interrumpida— no lo leíste ¿cierto? Yo estaba destrozada. Pero claro, a ti solo te importas tú ¿no?— Sin más, se abalanzó sobre ella y ambas cayeron al piso, en el charco de agua.

— ¡Pero qué hacen!— gritó Sebastian. Paola le dirigió una sonrisilla irónico, tomó el cuchillo y lo bajó sobre el pecho de su amiga. Por su mente solo pasaba que eso lucía infinitamente más fácil en las películas. En las películas el arma entra fácilmente, y la víctima no soltaba gritos tan lastimeros, en las películas el asesino lucía tan sereno y confiado.

— ¡Qué has hecho!— exclamó el chico — ¿qué le has hecho? — Se dejó caer al piso y se arrastró hacia la sangrante chica — Mariana, Mari ¿estás bien? — pero no recibió respuesta. — ¿Qué has hecho?— repetía furioso.

La otra solo se reía en silencio ¿en serio lo había hecho? ¿De verdad?

Al fin pudo hablar.

— ¿Qué qué hice? ¿Y tú qué hiciste?— espetó la chica— No soy bastante para ti ¿no es así? Bien, puedo aceptar eso. Puedo aceptar incluso que dos minutos después de rechazarme te besuquees con mi mejor amiga. La cuestión es que o me rechazaste ¿verdad? No te dignaste a responderme. Y en realidad no la querías, a Mariana, y no me salgas ahora con que sí porque te rompo la cara. —una sonrisa bastante perturbadora se asomaba a los labios de la chica— estabas con ella y te burlabas de mi ¿a qué jugabas?

Sebastian no dijo nada. Se paró y le sonrió también. — ¿Y tú qué me dices? Diciendo quererme cuando ni siquiera me conocías. ¿A que solo te gustó mi nombre extranjero y mi linda cara? O tal vez pensabas en lo popular que serías saliendo con Sebastian Blackwood…

— ¡CÁLLATE!

—Tienes razón, no quería a Mariana. Pero era guapa, lista, amable ¿qué mas quería? Y tú, tú no eres nada.

— ¡CALLATE!— gritó al tiempo que se lanzaba sobre él, cuchillo en mano. Se oyó un grito y luego, luego solo el silencio.

Luego de un rato, Paola abrió los ojos, aunque no sirvió de mucho, todo estaba tan oscuro. ¿Qué había pasado ahí? No recordaba mucho.

Estaba en el suelo rodeada de ese líquido rojo. Se le ocurrió probar un poco con su dedo, sabía dulce, tan bien como la venganza. La cabeza le dolía y tenía algo de sangre en las manos. Se levantó con dificultad y miró a su alrededor: era un desastre rojo y dulce.

Sonrió.

"Carpe Diem" "Keep moving foward"
"Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor, cuando no muere mata, porque amores que matan , nunca mueren" (Joaquín Sabina)